
La noche del martes 29 y madrugada del miércoles 30 de julio, el malecón de Mazatlán se llenó de turistas y ciudadanos locales que decidieron ignorar la alerta preventiva de tsunami emitida por la Coordinación Nacional de Protección Civil (CNPC), tras el sismo de magnitud 8.8 ocurrido frente a la península de Kamchatka, Rusia.

La CNPC había hecho un llamado claro a evitar playas y zonas costeras debido al riesgo de un posible aumento en el nivel del mar y la llegada de olas de hasta un metro de altura en diversas regiones del Pacífico mexicano. La advertencia indicaba que el fenómeno podría presentarse a partir de las 02:00 horas del miércoles, con corrientes repentinas y cambios inusuales en el mar que podrían poner en riesgo la vida de las personas.
Sin embargo, cientos de curiosos acudieron al malecón para observar el océano. En imágenes y videos difundidos en redes sociales se observaba a familias completas y grupos de amigos disfrutando la noche, caminando, conversando e incluso escuchando música de banda.
Usuarios en redes sociales criticaron duramente la actitud de quienes se aglomeraron en el malecón, algunos con incredulidad y otros con humor: “Solo en Mazatlán la prevención se toma con vista al mar”, fue uno de los comentarios más compartidos.
Por su parte, la presidenta municipal de Mazatlán, Estrella Palacios, informó que personal de la Secretaría de Seguridad Pública, la Armada de México y Protección Civil realizaron recorridos preventivos por la zona. Señaló que no se reportaron incidentes ni afectaciones, pero insistió en la importancia de atender los llamados oficiales para evitar tragedias.
El contraste con 2015
La reacción de la población en esta ocasión contrasta con lo ocurrido en marzo de 2015, cuando una alerta mundial de tsunami, derivada de un terremoto de magnitud 9.1 en Japón, provocó que cientos de familias evacuaran Mazatlán por temor a una ola gigante.
En aquel momento, el malecón y las calles quedaron vacías, los comercios cerraron y las familias buscaron refugio en Concordia, donde iglesias, casas y salones comunitarios abrieron sus puertas para recibir a los evacuados. Finalmente, la amenaza no se concretó, pero la solidaridad de la comunidad fue recordada por años.